Regreso a lo cotidiano
Deshaz tus maletas, esas que llenaste de expectativas y deseos ligeros. Deshaz las maletas, que traen ahora las ropas un poco más gastadas y un poco más sucias de caminar lugares nuevos, encontrar gentes nuevas. Respira hondo la gratitud de lo que has vivido en el tiempo que has estado fuera de tu cotidianidad. Todo eso, sí: comer y dormir mucho y a deshoras, lanzarse al mar o pisar senderos o calles nuevas, hacer cosas que normalmente no haces y que te encantan, incluso esos excesos que, precisamente porque no las haces todos los días, te sientan bien como cuando conquistas una pequeña libertad.
Deshaz tus maletas, recoloca tus cosas y llena tu cotidianidad con ese relajo sencillo, con ese paso despreocupado. Regresa a tu hogar, hazlo tuyo de nuevo, redecóralo con los momentos de respiración profunda, de risas con cervecita, del cariño de los reencuentros y de anécdotas que en la distancia se vuelven simpáticas. Verás que colocando tus vacaciones a cachitos en distintos rincones de tu casa, tu espacio protegido, el regreso te hace sentir feliz. Y si no, quizá sea momento para ir pensando en hacer alguna que otra obra de reforma o incluso una mudanza.
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