Hacia dentro y hacia afuera
Dos fuerzas opuestas operan en nosotros. Por un lado la fuerza «hacia dentro», no separarme de los míos, pertenecer a toda costa, no romper la unión. Es esa fuerza que proviene de nuestro bebé dependiente, que siente y vive (aun no piensa) igual que la madre, ese bebé que por la necesidad de supervivencia se mantiene unido simbióticamente, sin distinguir yo-tu.
Por otro lado la fuerza «hacia fuera», la explosión hacia un mundo inmenso. Es la del adolescente que está aprendiendo a cuestionar qué le sirve y qué no para desarrollarse en un mundo exterior con mil opciones.
Así, en el proceso de maduración personal vamos construyendo nuestra autonomía, aprendiendo a diferenciar nuestros sentimientos y necesidades sin confundirnos. volviéndonos cada vez más responsables de nosotros mismos. Cuando esto sucede, podemos sustituir las relaciones de codependencia en las que uno gana y el otro pierde, por relaciones más sanas basadas en la interdependencia libre, en que cada parte se siente plena y sin esfuerzo, desea compartir con el otro su plenitud.
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