Cambiar y pactar
Cuando algo no funciona, lo lógico es cambiarlo. Al mismo tiempo un cambio -aunque sea necesario- nos asusta, nos saca de nuestra sobrevalorada zona de confort. Claro que llega un momento que el confort se vuelve incómodo y por ello necesitamos asumir el riesgo de algo distinto. Y esto vale para la vida comunitaria (política) y para la personal. Lo nuevo no es mágico, aunque al principio ver mágico lo distinto nos ayuda a dar el paso, como sucede en la fase de enamoramiento en una relación. Luego viene el día a día. Y ahí, hay que trabajar. Lo nuevo se tiene que ir construyendo. Tras las elecciones, hay que arremangarse. Y del mismo modo que nos sucede dentro de nuestra cabecita ante un cambio, igual que dentro de nosotros tenemos constantemente un diálogo interno con muchas voces, hay que escuchar. Todas las voces tienen algo que aportar. Si las callamos (tipo mayorías absolutas), las minorías se haran oir de la peor manera. Este es el reto, escucharnos, escuchar. No para responder buscando tener la razón absoluta, sino para comprender, pactar y madurar, como personas y como sociedad.
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