dolce far niente

No hacer nada. Detenerse y «no hacer nada». Falsamente lo asimilamos a la pereza. Y en cambio, a veces, es sólo cuando estamos «sin hacer nada» que podemos dejar suficiente espacio para escuchar y para sentir. Sentir el cansancio de una cotidianidad estresada, escuchar la necesidad de reposo de un cuerpo que llevamos contra reloj y contra natura … y contemplar. Contemplar que formamos parte de un mundo más grande que nuestro pequeño mundo diario, embelesarnos como un niño con las libélulas o con las olas… y dejar que poco a poco, sin hacer nada, seamos y compartamos sencillamente lo que somos.

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