En el río de la vida, hay momentos en que las emociones o los acontecimientos parecen sucederse rápidamente, sin que nos dé tiempo a demasiadas maniobras. Son los rápidos. A menudo encima de una frágil canoa, sin quilla ni timón, nos vemos abocados a navegar, atemorizados, con la adrenalina al máximo, salpicándonos, medio embarrancando o quizás volcando… son así, los rápidos. Y así, sin poder hacer mucho más que seguir, seguir flotando, llega un momento que se acaban… y llegan los meandros.

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