Cap a dins, escalfant-nos en l’escalfor de la llar… la llar interior que desitgem amb l’escalforeta del foc, olor de brou o pa de pessic, i les carícies, somriures, jocs o cançons de mare, pare. Però no, de vegades, en entrar dins, sentim el fred de l’amor que ens va faltar, de la solitud del nostre nen o nena incompresos, el desconcert i l’enuig  de la nostra fràgil i generosa confiança traïda, el fred d’allò que no vam tenir, d’allò que no va poder ser, d’allò que ens va faltar. Llavors, suaument, abrigar-se amb una bona manta, anar a per llenya i reviscolar de nou un foc, el foc que mai no s’apaga: el simple agraïment d’estar viu i de ser qui sóc, més enllà de mi mateixa.

Hacia dentro, calentándonos en el calor del hogar… el hogar interior que deseamos con calorcito de lumbre, olor de caldo o de bizcocho recién hecho, y las caricias, sonrisas, juegos o canciones de mamá, papá. Pero no, a veces, al entrar dentro, sentimos el frío del amor que nos faltó, de la soledad de nuestro niño o niña incomprendidos, el desconcierto y el enfado de nuestra frágil y generosa confianza traicionada; el frío de lo que no tuvimos, de lo que no pudo ser, de lo que nos  faltó. Entonces, suavemente, abrigarse con una manta suave, ir a por leña y avivar de nuevo un fuego, el fuego que nunca se apaga: el simple agradecimiento de estar vivo y ser quien soy, más allá de mi mismo.

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