El aire eriza la piel del agua.
Ella no se pierde, se reconoce en su inmensidad.
El sol ahora la acaricia tímidamente
tras el velo de nubes, que no alcanzan a serlo.
Suena, majestuosa, al tocar la orilla.
Mar adentro atemoriza los barcos rugiendo
Estraño baile, este baile entre el agua y el viento
