¿Cómo quedarse en el presente,
cuando vibra en nosotros el pasado,
la historia que fue y sigue moviento cada célula?
¿Cómo quedarse en el presente,
cuando el futuro, más excitante, nos refugia,
o, incierto, nos agita como si fuese real?
¿Cómo quedarse en el presente,
escurridizo y cambiante?
¿Cómo quedarse en el presente,
cuando nos desborda de amor, o de incertidumbre, o de dolor?
El tiempo no existe para las verdades del alma.
Y paradójicamente,
sólo en el estar y el devenir histórico
de nuestro cuerpo encarnado
podemos vislumbrar instantes de nosotros mismos.
Como un regalo ofrecido, inesperadamente,
de la generosa mano de la divinidad que nos alienta.