Ahorro energético emocional
Poco a poco, en la recta final del verano, con pereza, volvemos a la rutina. Hay quien lo desea. Repetir un día tras otro unos mismos horarios, unas mismas actividades, unos mismos movimientos, unas mismas relaciones, unas mismas dinámicas… incluso cuando esa rutina no es nuestro ideal, el confort de lo conocido nos hace sentir seguros, a veces cómodos incluso en situaciones que no nos gustan.
Y así somos, ahorrativos de nuestras energías emocionales. Sin embargo, muchas de nuestras actitudes automáticas y conocidas con las que enfrentamos el mundo, son como unas compuertas automáticas ante el río emocional de la vida. Nos es difícil reconocer el momento en que mantener esas compuertas nos agota. Es entonces cuando la rutina se convierte en una pesada cadena unida a nosotros por un candado. Y con el candado tenemos, a menudo sin saberlo, la llave que lo abre.
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