Entre el Silencio y el Grito
Observar y respirar, calladamente
ver la vida fluir, sin intervenir, dejarse tocar y a la vez soltar.
Abandonar toda pretensión de meter las manos,
sólo entregarse en presencia, compasiva,
acompañando lo que sucede.
O gritar, lanzar la voz rasgando silencios de miedo,
ocupar con el grito el espacio de aquellos a quienes se les ha arrebatado.
Gritar para denunciar la injusticia, despertar conciencias,
voz de los sin voz, como siempre, en la historia.
En esto estaba yo cuando me zambullí en el mar,
y las luces de la mañana jugaban con mi sombra
que danzaba en el fondo arenoso
a través del agua transparente, escurridiza y salada.
Y unos pececitos, ingenuos o atrevidos, me picoteaban los pies.
Al salir de agua, me puse crema protectora
para que el sol no me abrasara la piel.
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