dolor

feb 042015

la herida y el torniquete

Cuando duele el alma, cuando duele vivir, ponemos en marcha nuestros mecanismos de autoprotección que nos permiten «sobrevivir al dolor». El proceso terapéutico es un fragil equilibrio entre volver a mirar la herida y sostener el dolor. Por eso, el proceso profundo para sanar no se hace en un día. Por eso, entrar en la herida requiere tiento. Saltarse todas las barreras de protección puede ser algo imposible de sostener y retraumatizarnos. Sin embargo, no mirar la herida y quedarse en la barrera sirve como parche, pero no nos ayuda a comprendernos en profundidad y a amarnos completamente, también con nuestro dolor. Nuestros mecanismos de personalidad son lo que un torniquete es a una herida: cuando la herida está abierta es necesario apretarlo, puede salvar una vida. Pero para curar la herida, hay que aflojar el torniquete, mirar la herida, limpiarla -aunque escueza- y aplicar el tratamiento necesario para que de nuevo pueda circular la sangre, fluir la vida.

sep 282014

amor y pastillas

«Los mamíferos aman, el precio de ese amor es el dolor de la pérdida. Calificarlo como enfermedad y dar una pastilla reduce la dignidad del amor y lo sustituye por un ritual superficial médico» Allen Frances, psiquiatra, director del DSM IV

La psiquiatrización del mundo occidental lleva a la infantilización de sus ciudadanos. En demasiados casos, con las pastillas se  evita la responsabilidad ante la propia vida, con amor y con dolor. Eso, da beneficios económicos para unos pocos y hipoteca gravemente nuestra sociedad.

abr 062014

contemplar

c             o               n               t              e              m               p                l                 a                   r

inspirando la belleza… exhalando el dolor… admirando el milagro de toda y de cada existencia.

(a Cristina, María, Susana, Manuel y los demás… con gratitud)

mar 172014

atravesada

Tengo miedo de mi miedo,  de mi rabia, de mi dolor. Aprendí a ignorarlos, los encadené en la más oscura de las oscuridades, y tras capas y capas y capas, puse un papel de colores, y algún lazo. Y ahora, cuando a veces se rompe alguna cadena (ya se sabe), si se desluce el papel o se cae el lazo, todo mi ser vibra de miedo, rabia o dolor… y me permito, en serena rendición, que esas emociones que me pertenecen (sí, también esas) atraviesen mi ser, ese ser que anhela ser completo.