Claro que tengo miedo.
Miedo de decir lo que pienso
de salir sin guantes
y de sentir miradas de hielo

Miedo de creer lo oficial
y miedo de caer en conspiranoia,
miedo de ser frívola
y miedo de que todo sea solo serio.

Miedo de que el miedo se quede
y de que salir a la calle no me libere.
Miedo de perderme en lo virtual,
miedo de de callar lo gritable y de hablar lo hueco

Miedo a que lo falso parezca cierto
y a que la mentira se me acomode;
Miedo de que buscar la verdad me agote
y de que la verdad inalcanzable me atraviese

Miedo de alejarme más y más de quien soy
Y alejarme más y más de quien eres
Miedo a aplaudir a destiempo
y miedo de no saber perder el tiempo

Miedo a que el confinamiento termine,
miedo a que se me caiga el pelo,
miedo a que el mundo me vaya grande
y a ser pequeña con miedo

Miedo a que la tierra se caliente para siempre
mientras los corazones se congelan de miedo
Miedo de que las almas vuelen sin adiós y sin cuerpo
y de que los cuerpos caminen sin suelo.

Con suavidad le doy la mano a la ternura
y con arrebato abrazo a los que quiero.
Y por si eso no es suficiente conjuro,
con la risa y la música bailo lo que tiemblo.

Qué rojo tan rojo,
para un campo tan verde.
Qué verde tan verde,
por un cielo tan gris.

Sobreviene, tímida, una alegría;
se esparce, despistada, la serenidad
¿Ahora? ¿con fondo de tormenta?
¡Si huele a tierra húmeda de llanto!

Valiente, la alegría,
estalla fuera de tono.
Imperturbable, la calma se mece
cuando retumba cerca el trueno

“¡Que sea, que sea!
¿Quién recogerá el aguacero, si no?”
Canta la amapola,
emborrachada de color

El verde sabe que el agua, si no le ahoga,
le hace crecer, y también que un día amarilleará.
Sabe que la alegría nunca es inoportuna
y que la belleza, aun efímera, nunca es en vano.

Estoy aquí sentada,
esperando que suene, al fin, la música
¿A qué he venido, si no?

Todos los instrumentos en escena.
Sin embargo, el sonido es ruido
y la vibración chirría en cada rincón.

Ni orden, ni concierto, ni dirección.
Afinándose, dicen,
pero oigo sólo cada cual a su son

No puedo soportar esta desafinación.
Escapo fuera y, con un poco de silencio,
siento que todo suena mejor

Vuelvo al salón anhelando armonía
y un poco de dirección.
Sonar a la deriva me agota el corazón.

Recuerdo la música,
cuando cada instrumento
se hilaba sin molestar al anterior.

Aquel orden desconocido
que alguna vez sonó
me falta, lo extraño, yo.

Perdida como chiquita en un andén,
unos van y otros vienen
se oyen, se huelen, se ven.

Sola, desconcertada,
sin concierto,
sin canción.

Te escupiré, te gritaré,
te arañaré y te morderé.

Me revolveré en el lodo antiguo,
que aún no secó,
como fiera enjaulada
ante una amenaza que no lo es.

El lodo quedó después de mucha lluvia extemporánea.
Son lluvias antiguas,
sobre un suelo frágil
que no supo o no pudo drenar.

Cuando la fina capa seca de la superficie se rompa,
me debatiré para escapar.

En ese instante serás tú mi enemigo, sí, tú,
porque apenas reconoceré el lodo que me envuelve:
Entonces, en lugar de tomarte como asidera,
te hundiré como si hundirte pudiera sacarme a flote.

Y cuando me agote o te agotes,
ambos más embarrados que antes,
me esconderé avergonzada tras la culpa
de haber errado otra vez.

Me refugiaré tras el miedo difuso
de ser quien no quiero ser,
y tras el terror sofocado
de no querer a quien soy

¿Y si no fuera río, sino mar?
Que las aguas son saladas
de sudores y de lágrimas

Aguas sin cauce
Que bañan continentes
imantadas al corazón de la tierra, silencio candente

En un movimiento sin destino
Sin origen y sin prisa
violento, a veces, y  a veces bailando la brisa

¿Y si no fuera yo río,
Ni lo fueras tú, ni ella, ni ellos?

Y si fuéramos aguas de mar
Bailando con la luna
O enloquecidas por el viento?

Fluyendo sin rumbo,
Aguas contenidas sin límites y
Historia tejida sin tiempo.

Paramos obligados,
sin soltar nuestra libertad pequeña
¡Como cuesta salir de la rueda!
Y rápido construimos otra rueda paralela

En esta nueva ruedita casera
atiborramos nuestros vacíos
con espacios virtuales, con cháchara
y recetas que parecen nuevas.

Para,
atrévete,
escucha.

(…)

Retirarse hacia dentro
es darse espacio, sin prisa,
para digerir los embates
de nuestras tormentas internas

Retirarse es comprender los movimientos
de nuestras fuertes mareas y
sentir cuan útiles o inútiles
son nuestros diques y nuestras fronteras

Retirarse hacia dentro es
Atesorar el tiempo
Para deshacer y para apropiarse
de la basura que echamos fuera

Retirarse es buscar leña
para encender un fuego,
humano y sagrado,
notando que calienta… y destruye y quema.

Retirarse hacia dentro es sentir vibrar
Un agradecimiento interno
Y celebrar la alegría de saberse,
a ratitos, y con todo, contento.

Retirarse hacia dentro
es acariciar suave y lento
el génesis en el propio ombligo
y fundirse, agua abajo, raíces adentro.

Retirarse es volver a despertarse,
Descansado después del viaje,
y acariciar con las ramas
el aire sonoro del bosque entero.

[:es]Cuando llega el momento, lo sabes.

Tras un revoltijo de emociones,
Tras la incredulidad, la incertidumbre y el miedo
Tras días de dudas y desasosiegos
Tras algunos conflictos y algunos errores.
Un día, así, como si fuera de pronto, lo sabes.

Sabes lo que te importa y lo que cuesta

Y decides pagar el precio.
Y sabes que un día
También esto habrá pasado.
Y quizás serás un poco más consciente
y un pelín más sabia.
Quizás.
Confía[:]

Soy la que guarda y la que empuja,
La que inspira y la que pasa la escoba
La que cocina y la que jardinea
La que se admira y la que se distrae

Yo soy ellas y ellas son yo
Mi corazón pequeño es un cristal roto del vaso que algún día contuvo agua

Y también soy la fuente y soy el agua…
Y soy, sobre todo, la sed… la sed.

Observo todas esas palabras
Desordenadas,
A la par que mi pelo, al despertar.

Busco peinarlas y descubrir su orden,
Aún secreto,
Y que alumbren un sentido que me espera.

Ellas se dejan, dócilmente,
Y conforman unos versos sencillos
Que aquietan mi incertidumbre.

Las acicalo un poco y,
piadosas,
alimentan mi vanidad.

Sospecho que no he sabido escuchar
Su murmullo grácil y delicado,
Algo sabio como un arrullo.

Quizá no eran palabras, Sino retales
en el desván de sentimientos abandonados
Como hojas, caídas del árbol

Observar y respirar, calladamente
ver la vida fluir, sin intervenir, dejarse tocar y a la vez soltar.
Abandonar toda pretensión de meter las manos,
sólo entregarse en presencia, compasiva,
acompañando lo que sucede.

O gritar, lanzar la voz rasgando silencios de miedo,
ocupar con el grito el espacio de aquellos a quienes se les ha arrebatado.
Gritar para denunciar la injusticia, despertar conciencias,
voz de los sin voz, como siempre, en la historia.

En esto estaba yo cuando me zambullí en el mar,
y las luces de la mañana jugaban con mi sombra
que danzaba en el fondo arenoso
a través del agua transparente, escurridiza y salada.
Y unos pececitos, ingenuos o atrevidos, me picoteaban los pies.

Al salir de agua, me puse crema protectora
para que el sol no me abrasara la piel.