La belleza de lo que fue y ya no es. La belleza de lo que vive gracias a lo que fue.

Un día alguien me dijo que morir es un momento. A veces parecería que también nacer es un ‘blup’ de un instante. Todo lo que sucede antes del ‘blup’ es preparación, y lo que sucede después es simple descanso.

‘Blup’ como abrir una botella de vino al sacar el corcho, o de cava, aunque entonces ya no es ‘blup’ sino un sonido más escandaloso, vibrante y alocado.

Y el momento mismo del nacimiento me coge de sorpresa, como si, a pesar de la preparación y la espera, no lo hubiera imaginado ni previsto así. Estoy, aquí, recién nacida como si no supiera de dónde vengo ni a dónde voy, medio aturdida y absolutamente desconcertada. Y sin embargo los pasos, aunque algo aéreos, me llevan a perfumar esta discreta ocasión con un incienso y a regalarme (con dudas y vergüenza) un capricho. En el fondo, sólo porque es bonito y porque me gusta que tenga valor, tal como un nacimiento.

También una vez me dijeron que no importa si la vida es larga o tan breve como unos minutos, lo que importa es haber vivido. Existir. Elixir de amor hecho tierra, aire, mar y fuego. Bienvenida de nuevo, bienvenida a nuevo. Bendito reposo.

Honro mi cuerpo
Por todos los sustos que pasó
Por todas las lágrimas que guardó
Y por las que lloró

Honro mi cuerpo
Por todo el calor con el que gozó
Por toda la tensión que soportó
Por todo el frío con el que se protegió;

Por tanto, que defendió
Y por todo lo que amó, lo honro
Por las hijas que parió,
Y las fiebres que superó,
Lo honro

Sus caminos, los respeto
Sus miedos, los cuido
Sus fuerzas las celebro.
Agradecida, despacio,
Atenta, lo escucho.

Si la inmortalidad fuera un vestido para nuestro cuerpo, no existiría la Vida, aquí en la tierra. La vida es el fluir, el constante devenir, cambio y transformación. Elegir vivir, es comprender que morir es uno de los tantos tránsitos, de tantos cambios de etapa. Elegir vivir es dejar ir, soltar lo que ya no sirve para continuar el camino. Vivir es aligerarse, cuando el peso es demasiado grande. Vivir es reir y llorar. Vivir es desasirse del dolor cuando el tiempo de llorar acabó. Vivir no es otra cosa que ir caminando, echando la vista atrás de vez en cuando para aprender y agradecer, caminar sintiendo los pies en el suelo y el anhelo en el cielo.

 

Lo que sucede con los refugiados no es una crisis humanitaria, es una crisis de humanidad. Y eso es grave. No sólo es grave por la muerte que supone, por el miedo y la desesperación de padres que huyen de las bombas para salvar a sus hijos, sabiendo que arriesgan la vida de todos en el mar. Es grave, no sólo porque los gobiernos de Europa cierran sus fronteras y “contratan” a Turquía para hacer el trabajo sucio. Es grave, no solo porque se llenan la boca de eufemismos maquillando una realidad de dolor humano y tramando una estrategia de saturación en los medios de comunicación para que nos “acostumbremos”

Es grave porque nos acostumbramos. Es grave porque ante nuestras narices de ciudadanos europeos más o menos a salvo, el dolor de madres, abuelos, padres y niños nos parece ajeno.Hay mucho dolor e injusticia en el mundo, cierto. Pero ignorar el dolor de personas hambrientas, explotadas y abusadas que nos quedan lejos (en otros continentes) es humanamente más comprensible, porque no podemos cargar el sufrimiento de toda la humanidad a nuestras espaldas, somos demasiado pequeños, demasiado insignificantes.

Podemos colaborar con organizaciones que trabajan sobre el terreno, apoyar causas, pero emocionalmente no podemos estar permanentemente en contacto con tanto dolor. Por suerte para nosotros (porque hemos nacido aquí en lugar de allí), no lo vemos delante cada día. Sin embargo, ignorar y no dar auxilio a quien se ahoga delante de nuestras playas, no consolar al bebé que llora porque no encuentra a mamá, o a mamá que llora agotada de miedo por sus hijos, no mirar a los ojos al padre que no sabe cómo proteger a su familia, cerrar la puerta a los que han perdido a un hermano, amiga o hijo bajo las bombas de su propio país, sabiendo que al otro lado hay un infierno, eso es extremadamente grave. Significa haber perdido nuestra humanidad, nuestra capacidad de empatizar, significa que el corazón de carne con el que nacemos se ha convertido un corazón de piedra.

Desentendernos de nuestro ser, de nuestra historia, olvidar que también nosotros tenemos la vida gracias a que sobrevivieron nuestros ancestros a guerras y dificultades con su lucha y con la ayuda de otros. Si nos negamos la humanidad, no nos quedará nada. De nosotros depende vivir o morir, ayudar a vivir o ayudar a morir. Y tenemos que gritar a nuestros representantes, por nuestra dignidad y la de nuestros hermanos refugiados, que no en nuestro nombre. “DEPORTACIONES, NO EN MI NOMBRE”.

llueve sobre buenos y malos,
llueve sobre campos sedientos -agradecidos.
llueve sobre campos de refugiados -frío en cuerpo y alma
llueve sobre nuestras consciencias -¿despiertan?
llueve, también como una suave bendición.

A veces el movimiento es mínimo. Hay un tiempo, a veces corto, a veces largo, de espera en quietud. Recogerse en sí mismo para escucharse, escuchar. Parece que nada sucede pero siempre sucede todo. Todo vive alrededor. Es momento para escuchar, escucharse, sin perderse. Y de pronto el movimiento surge, sin pensamiento, intuición pura, sin sobresaltos, sin sobreactuación, sin desespero. Así, sencillamente. (con agradecimiento a Andres Waksman y al movimiento auténtico)

¡

Emoción proviene del latín emotio del verbo emovere, mover. Cuando nos emocionamos nos movemos, pero nos movemos literalmente, nuestro cuerpo se mueve: músculos, tejidos, fluidos, neurotransmisores, hormonas… se mueven. De hecho, mientras vivimos, incluso en la más absoluta quietud, el cuerpo está en movimiento. Reconocer nuestras emociones es sentir como cada situación nos mueve internamente. Y el movimiento espontáneo del organismo ante el entorno es pura adaptación, como un animal ante su presa… o ante su depredador. A medida que desconectamos nuestro organismo de la naturaleza perdemos parte de nuestra información, la que el cuerpo conoce intuitivamente. Tiene algunas ventajas para la vida social, pero eso también tiene un coste para nuestro bienestar y nuestra salud. Si queremos conocernos, sentirnos más completos, debemos empezar escuchando y comprendiendo los movimientos y mensajes de nuestro cuerpo que nos llegan también en forma de e-mociones.

 

En una sesión de constelaciones se abre un espacio grupal de confianza, de comunicación profunda entre persones que normalmente no se conocen. Por unas horas se crea una especie de hogar común, efímero y sin embargo seguro, en el que cada uno se siente comprendido, donde se afloja o desaparece el juicio con el que normalmente nos protejemos de nuestros miedos más innombrables. En este hogar que creamos entre todos por unas horas puede fluir el amor,  podemos atrevernos a ser vulnerables, a expresar el dolor, la rabia, el orgullo o la tristeza, esas emociones que retenemos en nuestros sufridos cuerpos, por el miedo inconsciente a ser inundados, superados, desbordados y de perder el control de la vida, o de lo que creemos que debe ser nuestra vida. Este hogar es sagrado. y yo, con admiración y asombro, me postro agradecida por el don de sentir la esencia de la vida, en mi, en vosotros, en todos.